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¿OCULTAR INFORMACIÓN AL PACIENTE DE CÁNCER?

Cuando la desagradable noticia de un familiar enfermo de cáncer llega a nuestro hogar, comienza a reinar el miedo y la incertidumbre. No sólo para el enfermo, sino también para el resto de los familiares. Máxime, cuanto más joven es el familiar. Pero existiendo miedo e incertidumbre igualmente en cualquier caso.

No son pocos los familiares que se han preguntando, me han preguntado y me preguntarán sobre qué hacer exactamente con la información sobre su enfermedad… Si contarle todos los detalles al enfermo, si sólo hacerlo parcialmente… Si acompañarlo al médico o mantenerle al margen de las comunicaciones médico paciente…

En general, no existe una respuesta válida para todos los pacientes, obligándonos la situación a adaptarnos al máximo a las características personales de cada uno, pero no obstante, sí existen unas recomendaciones básicas comunes a todas las personas que podemos emplear para asegurarnos de que la información que recibe nuestro familiar está siendo beneficiosa para nuestro ser querido y no perjudicial, ni para él ni para nosotros, que también estaremos digiriendo el profundo shock.

A veces, nos encontramos con la necesidad de ocultar información, que reside en el sentimiento de responsabilidad de los familiares de proteger al enfermo. Es decir, creemos que como está muy enfermo hay que volcarse en él y protegerlo al máximo de fuertes sensaciones que dificulten su recuperación. Otras veces, nos encontramos con que ocultar información responde a nuestra propia incapacidad para verbalizar, y en suma asumir, que nuestro ser querido está pasando por esa situación.

De hecho, cerca del 80% de la población ha manifestado  que ocultaría información a un ser querido para protegerle y no herirle, al mismo tiempo que ese mismo 80% de la población desearía recibir toda la información y detalles de su enfermedad terminal si la tuviera.

Lo cierto y verdad, es que por lo general y totalmente al contrario de lo que nos dicta nuestro impulso de protección, un diagnóstico de cáncer (o los detalles de esta enfermedad, probabilidades de curación, tratamientos, etc) generan un enorme miedo e inseguridad, que finalmente se traduce en una profunda ansiedad para el enfermo en caso de no tener accesibilidad a esta información. Por lo que, ya sea por el sufrimiento que conlleva esa ansiedad para la persona en forma de rumiaciones, pensamientos negativos, activación física, etc. Bien por evitar la sensación de sentirse engañado o sobreprotegido. O dado que esa misma activación psicofisiológica de la ansiedad perjudicará más aún el transcurso de la enfermedad y/o limitará los resultados del tratamiento… Lo más recomendable en este caso es hablar SIEMPRE con nuestro familiar sobre todo lo relativo a su tratamiento.

Ahora bien.... ¿hasta dónde contar? ¿hasta dónde no?

Lo más recomendable es que ajustemos la información a lo que el enfermo realmente necesita o solicita conocer. Para ello, tendremos que estar muy atentos a sus respuestas (no sólo verbales) a medida que vamos administrando esa información muy poco a poco. Estando atentos a lo que está siendo capaz de digerir en ese momento, no a lo que nosotros creemos que será capaz de digerir, sino a lo que él nos está pidiendo y manifestando realmente. A veces con sus palabras, otras con sus gestos… Dejando y respetando que sea él mismo el que ponga límites a lo que necesita saber.

Conocer todos los detalles ayudará a nuestro familiar a unir lazos con nosotros, le aliviará, le ayudará en el proceso de sanación y le permitirá elegir la estrategia de afrontamiento más adecuada al problema, además claro está, de facilitarle (si es que desafortunadamente es un diagnóstico terminal) la preparación de su despedida de la manera que él considere más apropiada… Al fin y al cabo, a todos nos hubiera gustado poder haber dicho todo lo que se nos quedó en el tintero alguna vez, verdad?

En cuanto a las diferencias niños y senectud, aunque las recomendaciones en base son las mismas, sí que tendremos que cuidar mucho los contenidos y ser mucho más selectivos a la hora de transmitir la información.

Los niños y ancianos también necesitan saber, y es necesario proporcionarles toda la información que requieran igualmente. La diferencia estriba en la elección de las palabras y la manera de emitirlas, además de la actitud cariñosa y carácter protector de la comunicación en sí misma. No obstante, el mismo niño nos irá indicando como en el caso de los adultos, hasta dónde sí quiere saber y hasta dónde no. Con la única salvedad de que en niños y ancianos conviene respetar al máximo el deseo expreso de NO SABER, mientras que en el caso de los adultos, aunque también respetable por supuesto, puede que estemos ante un estilo de afrontamiento evitador, por lo que si percibimos que así es, sí convendría ir sacando el tema de vez en cuando hasta ver cómo la persona lo va digiriendo. Una persona adulta que evita la realidad no está favoreciendo el proceso curativo y además, de llegar malas noticias, su shock perjudicará en mayor grado el tratamiento, mientras que en niños es una estrategia de afrontamiento eficaz que les ayuda a afrontar la cruel realidad dados los escasos recursos de afrontamiento de los que todavía disponen, comprobándose científicamente que, si así lo eligen, resulta beneficioso en la infancia y senectud.

En resumen, toda comunicación debe comenzar por uno mismo. Es decir, qué nos gustaría a nosotros saber y qué no saber… Qué nos gustaría a nosotros que nos contaran y qué no…  Hasta dónde necesitaríamos saber… Seguro que a algunos les gustaría conocer, a otros no, etc. Ninguno somos iguales…

Pero tened siempre en mente que lo que nos gustaría, A TODOS (y en esto coincide todo ser humano),  por encima de todo: sería decidir sobre nosotros mismos y nuestro futuro. Concedámosles a nuestros enfermos por lo tanto el mismo deseo que comparten con todos nosotros. Permitámosle decidir que sí, qué no y hasta dónde o cuándo saber. Lo necesitan…

En última instancia, si tenemos dudas, recordad que siempre podemos encontrar psicólogos en Madrid, un psicólogo o psicólogos en Logroño, como yo misma, o psicólogos en Pamplona, Buenos Aires o Nueva York, o allá dónde no encontremos, que a través de un asesoramiento pueda ayudarnos a dar esta noticia de la mejor manera posible, que para eso estamos y a eso nos debemos… Y que lo hará además, con todo el cariño, protección, y mesura del mundo. Al fin y al cabo, nuestro deber consiste en proteger la integridad psíquica del enfermo pero también de sus familiares.

¡Ánimo y muuucho cariño!

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