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COME EN SOLITARIO DURANTE EL RÉGIMEN
No son pocas las ocasiones en la vida en que nos planteamos cambiar: cambiar de zapatos, cambiar de trabajo, cambiar intereses, cambiar los muebles, etc. No obstante, no siempre elegimos renovar objetos que se pueden comprar y es ahí donde la cosa se complica.
A veces queremos cambiar una conducta que no nos está siendo útil como fumar o llegar tarde al trabajo, en otras ocasiones son emociones que no estamos empleando bien como la tristeza o la ira, o incluso, puede que lo que necesitemos cambiar sea una rutina porque la que tenemos instada no nos sale rentable como puede ser el caso de no hacer deporte, de comer exceso, etc. Sea como sea, después de dar el no menos importante paso de identificar qué hábitos queremos modificar, previo al cambio, siempre tiene lugar un punto de inflexión en el que nos preguntamos: ¿Cómo haré para cambiar esto?
Dependiendo de la magnitud de nuestro objetivo, esta respuesta hará que se ponga en marcha toda la maquinaria pensante y que en pocos días ya estemos iniciando un cambio, pero también puede que, de lo contrario, esa magnitud abarque tantos aspectos de nuestra vida que nos sintamos desbordados y algo desorientados sobre cómo comenzar a
cambiar el hábito en cuestión. Por suerte, existen pasos que nos pueden facilitar enormemente la labor, puesto que nos facilitan el cambio estructurando este en pequeños pasos alcanzables que también nos guiarán de manera efectiva hacia la consecución de nuestro objetivo. Una vez identificado el comportamiento que queremos modificar, el primer paso es pensar en los beneficios que obtendremos al cambiar
este hábito desadaptativo. Pensar en ello nos permitirá disponer de razones para persistir en nuestro proyecto de cambio lo que finalmente repercutirá en una manera menos costosa de llevarlo a cabo.
El siguiente paso es elegir una alternativa para a ese mal hábito. En el caso de fumar después de comer, por ejemplo, podría consistir en lavarse los dientes, recoger la mesa, etc. La conducta alternativa que elijamos debe ser factible y apetecible en la medida de lo posible, es decir, no debe suponer un esfuerzo mucho mayor que el que suponía nuestro anterior hábito, de lo contrario no será apetecerá intercambiarlo por el nuevo.
Si seguimos con el ejemplo anterior, recoger la mesa sería mucho más factible y apetecible que hacer cien flexiones del mismo modo que salir a correr 1km será más factible que salir a correr 20, o limarse las uñas más apetecible que poner las manos tras la espalda y esperar a no mordérselas.
Una vez que tenemos claro qué queremos modificar, cómo y por qué, sólo nos queda
ponerlo en práctica. Pero antes, conviene llevar a cabo algún ensayo en el que podamos
poner a prueba nuestras hipótesis y corregir errores que puedan surgir, pero hacerlo de forma que no corramos el riesgo de desanimarnos, esto es: Es hora de imaginar cómo tendrán lugar nuestros nuevos hábitos. Entrenar la imaginación nos permite por un lado familiarizarnos con nuestro nuevo hábito, de manera que disminuyen nuestras reticencias hacia él. Además, como ya hemos dicho, permite poner a prueba nuestras hipótesis y subsanar posibles obstáculos que puedan surgir (comer fuera y no poder recoger la mesa). Por último, nos facilitará una clave de recuerdo mucho más efectiva para que, llegado el momento, tengamos más posibilidades de acordarnos de qué es lo que debemos hacer.
Y para finalizar, ya sólo nos queda pasar a la acción, que con total seguridad nos será
mucho más llevadera si seguimos estos sencillos pasos. Únicamente recordaros que para cambiar un mal hábito, necesariamente habrá que sustituirlo por otro, y que antes de iniciar completamente convencidos de que esa rutina ya NO nos es útil y que una alternativa a ella podría serlo mucho más. De lo contrario, todos nuestros esfuerzos serán en vano, puesto que finalmente, ninguna persona lleva a cabo una acción de la que no está completamente convencida, ¡y mucho menos si tiene un coste! Al fin y al cabo somos animales racionales…
Pero si ya estáis decididos, enhorabuena y… ¡Ánimo! Con ganas, disciplina y perseverancia se puede conseguir todo lo que uno se proponga y la mayoría de las veces, incluso más, como ya remarcara Machado «se hace camino al andar».
Patricia Merino López
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